La Cocina De Oro
Todos sabían que don Cheno había saqueado muchos lugares en su época de general y ladrón. Todos esperaban que se mudaría a una ciudad grande y viviría la vida de un hombre rico. Pero don Cheno era modesto y frugal. Usó su dinero para prestar a otros en una crisis, pero no le gustaba hacer alarde de su buena fortuna. Siendo un hombre pobre la mayor parte de su vida comprendió la diferencia entre necesidad y deseo y pudo satisfacer fácilmente el primero y rara vez se sintió obligado a saciar el segundo.
Aunque no solía gastar su tesoro, tenía un gran aprecio por su riqueza y ocasionalmente iba a visitarla como un viejo amigo. En los días de descanso, cuando necesitaba sentir un poco de esa vieja excitación que sentía como general y bandolero, le decía a su esposa que se iba de cacería y desaparecía por varios días entre las montañas. Pero en lugar de cazar, Don Cheno fue a visitar su tesoro.
Aquí montaría una casa por unos días. Dispuso las barras de oro y plata en una mesa y una silla e incluso hizo una cocina y una estufa con el botín. Aquí cocinó y bebió del extraño resplandor del metal precioso durante horas recordando sus hazañas como General en una guerra justa contra los explotadores terratenientes de Nayarit y el más famoso bandolero.
A veces jugaba con los bloques, intentando decorar su escondite en la cueva, disponiéndolos de esta manera, usándolos como tejas, ladrillos y pilares. Después de varios días de pasar tiempo con su mejor amigo, sus recuerdos, se saciaría de orgullo, haría las maletas y descendería a su vida normal en San Sebastián.
Su esposa notó que nunca regresó con ningún juego, por lo que supuso que estaba revisando sus tesoros. Ella nunca le mencionó sus pensamientos, ya que también disfrutaba de su tiempo a solas, pero, después de varios días en soledad, estaba agradecida por su regreso.
Un día Justo Luna, cuyo trabajo era arreglar los cables telefónicos, fue de Real Alto a Mascota a revisar la línea. Un día, siguiendo los cables que iban de Real Alto a Mascota, se metió en Peña Gorda. Cayó la noche y se levantó un escalofrío. Buscando un lugar para pasar la noche, encontró la entrada a una cueva.
Extrañamente encontró escaleras que ascendían a la cueva. Justo estaba asombrado. Los siguió hasta la entrada. En lo alto de las escaleras había una puerta cubierta con salchichas.
Cuando entró vio una cocina completa hecha de oro y plata. Mesas y sillas de oro, mostradores y estufa de plata. Pilares y sofás de metales preciosos. Estaba cegado y aterrorizado. Esto solo podría ser obra de un demonio o un elfo. Regresó corriendo a su carga y mula y, descendiendo de las montañas día y noche, regresó temprano a Mascota.
Trató de mantener su secreto, pero pronto salió a la luz. Allí, al beber, hablaba en susurros de la cueva con la cocina dorada. Al escuchar estas historias, muchos hombres intentaron encontrar la cueva siguiendo las líneas de Mascota, pero nunca más la encontraron.
The Gold Kitchen
Everyone knew Don Cheno had robbed many places in his time as a general and a robber. Everyone expected that he would move to a large town and live the life of a rich man. But Don Cheno was modest and frugal. He used his money to lend to others in a crisis but didn’t like to flaunt his good fortune. As a poor man most of his life he understood the difference between need and desire and could easily remedy the first and rarely felt compelled to satisfy the later.
Although he did not often spend his treasure, he did have great appreciation for his wealth, and ,occasionally, went to visit it like an old friend. On lazy days, when he needed to feel a little of that old excitement he felt as a General and a bandit, he would tell his wife that he was going hunting and would disappear for several days into the mountains. But instead of hunting, Don Cheno went to visit his treasure.
Here, in a cave, he would set up a house for a few days. He arranged the gold and silver bars into a table and chair and even made a kitchen and stove out of the booty. Here he cooked and drank, in the strange glow of the precious metal, for hours, remembering his exploits as a General in a just war against the exploitative landlords of Nayarit, and as its most famous bandit.
Sometimes he would play with the blocks, attempting to decorate his cave hide-out, arranging them this way and that, using them as tile, bricks and pillars. After several days of spending time with his best friend, his memories, he would become satiated with pride, pack up and descend back to his ordinary life in San Sebastian.
His wife noticed that he never returned with any game so she assumed that he was checking on his treasures. She never mentioned her thoughts to him however, as she enjoyed her time alone as well, but, after several days in solitude, was grateful for his return.
One day Justo Luna ,whose job it was to fix the telephone wires ,went from Real Alto to Mascota to check the line. While following the wires going from Real Alto to Mascota he wandered into Pena Gorda. Dusk fell and a chill arose. Looking for a place to spend the night, he found the entrance to a cave.
In the moonlight he strangely found stairs ascending to a cave. Justo was amazed. He followed them to the entrance. At the top of the stairs was a door covered with sausage.
When he entered he saw a full kitchen made of gold and silver. Here lay before him a brilliant shining domestic scene with tables and chairs of gold, counters and a stove of silver, pillars and sofas of precious metals. He was blinded and terrified. This could only be the work of a demon or elf. He ran back to his pack and mule and, descending from the mountains night and day, returned early to Mascota.
He tried to keep his secret but it soon got out. There, when drinking, he spoke in whispers of the cave with the golden kitchen. many thought him crazy. Others, hearing these stories, tried to find the cave by following the lines from Mascota, but it was never found again.